El fracaso de la formación online es inexistente. Así de simple.
No paramos de oír que la formación online ha fracasado desde que comenzó la pandemia. Durante este año hemos visto como prácticamente todo el profesorado se ha visto afectado por una situación que les ha forzado a trasladar los métodos de enseñanza que llevan practicando durante generaciones a uno desconocido y al que se muestran muchas resistencias.
El nivel de estrés ha subido. Según algunos estudios preliminares en los EEUU, los suspensos han subido y, por lo tanto, la enseñanza online ha fracasado.
Esta aserción es, con toda franqueza y honestidad, ridícula.
Para empezar tendríamos que saber qué parte del profesorado tienen la formación necesaria para preparar y producir clases y formación online. Pensar que se puede ir de presencial a online en un simple paso sin ningún cambio de metodología y paradigma está muy lejos de ser realista. Por no mencionar que no ha habido tiempo para hacer esa adaptación y traspaso.
Si a eso le sumamos que no hay una unificación a la hora de elegir herramientas, con unos colegios usando Microsoft Teams, otros Skype, otros Zoom… la cosa se complica todavía más.
Eso, mi querida audiencia, no es culpa de la tecnología. Es culpa nuestra porque llevamos décadas ignorando los avances pedagógicos que muchas empresas han estado implementando a través del eLearning.
Hace ya años, cuando estudiaba psicoterapia en el Reino Unido, propuse a Relate, la organización que impartía la formación y práctica, rediseñar parte del material docente para digitalizarlo y hacerlo online. De esta manera, los alumnos tendríamos parte de la lectura obligatoria ya hecha y los tutores podrían saber quién estaba rezagado. Por supuesto también nos habría permitido llevar preguntas y dudas preparadas para aprovechar al máximo las horas de formación que nos daban.
La respuesta fue un rotundo no. “Este tipo de material no puedes darlo por adelantado. Hay que estar en clase”, me dijo una de las tutoras vehementemente.
No insistí. Ni que decir hay que lo que sucedía entonces es lo que sucede ahora:
Hay una resistencia al cambio y un temor a que nos sintamos redundantes.
La pandemia ha eliminado la barrera de la resistencia a golpe de necesidad y obligación, pero no ha eliminado el recelo y la falta de preparación del profesorado y los padres. No menciono mucho al alumnado porque una buena parte ya tienen la costumbre de usar ordenadores y tablets para estudiar.
Esta combinación de falta de tiempo, falta de recursos, falta de formación y una buena dosis de atavismo, han sido los fracasos durante estos meses.
La formación online, en realidad, está lejos de ser una panacea. De hecho no puede reemplazar a la presencial completamente. Pero es un paradigma educativo perfectamente capaz de llevar el conocimiento a profes y alumnado tan eficientemente, si no más, que la enseñanza tradicional.
No nos equivoquemos.